viernes, 21 de julio de 2023

IR AL CAMPO EN LOS ´60, AUTÉNTICAS CLASES DE BIOLOGÍA



No hacía falta preparar mucho ni con mucho tiempo, estábamos en el colegio y al salir de clase nos decían mañana iremos a pasar la tarde al campo, traer algo de merendilla. Así que nos preparaban un huevo duro y una naranja y cuando llegábamos a clase por la tarde ( que era cuando había clase por la tarde) nos quedábamos en el patio y nos colocábamos en fila, pasar lista y listos para salir al campo.

                    

La foto recuerdo del día, de las que conservas, de las que sacabas para tenerla siempre

                                                                                                                                                                                                                                        

El medio de transporte éramos nosotros mismos, salir al campo en el pueblo es cruzar tres calles y adentrarte por cualquier camino. Así que tan contentos, hablando, cantando, saltando, llegábamos hasta cualquier montón de piedras donde hacíamos la primera parada y descansábamos un rato. Este sería nuestro lugar de encuentro, desde aquí íbamos y veníamos y la tarde se convertía en una auténtica clase de biología:

Pasear rozando nuestras piernas con la hierba, qué experiencia! Tirarnos en la hierba y mirar el cielo, comer pan y  quesito, esta planta amarilla que abunda en la dehesa y que yo particularmente me la sigo comiendo, meter pajitas en los agujeros y despertar a los grillos de su siesta. Quitarnos los zapatos, la escusa perfecta era que nos había entrado tierra o algún resto de pasto y aprovechábamos para andar descalzos un rato por el campo.

Identificar los pájaros: gorriones, abubillas, águilas, buitres a veces, urracas y si empezaba a caer la tarde, búhos, mochuelos, lechuzas, milanos. Había quien afinaba y los reconocía solo por su canto, era bonito escucharlos, ahora casi que no hay pájaros en el campo. Veíamos la muda de las culebras y echábamos un buen rato en analizarla, la maestra la medía y ya hacíamos toda clase de conjeturas del bicho. 

Encontrar, encontrábamos de todo: palos, piedras que buscábamos en forma de corazón, mariposas, mariquitas, zapateros, hormigas gigantes, lagartijas, saltamontes, las había aventajadas que cogían las lagartijas y los saltamontes y nos hacían correr a la vez que gritábamos "¡A mí no!" "¡A mí no!" 

Para una tarde no nos hacía falta llevar nada, ni pelotas ni combas, encontrábamos en el campo todo lo necesario para pasar un buen rato, saltar paredes de piedra nos encantaba, menudo ejercicio.

Según la época, cogíamos espárragos, romero, manzanillas y jamás tocábamos las setas, eso "para cuando vayáis con vuestros padres", que ya sea dicho de paso, en mi casa nunca se han cogido y de esos temas que nunca te enteras del por qué.

Las vacas, las ovejas, los cerdos, las gallinas eran parte del campo, vivían allí libres y se les respetaba su espacio, compartíamos el campo con ellos y ese día no eran los protagonistas que despertaban nuestro interés de la tarde de campo.

 

Dehesa repleta de flor de "Pan y Quesito"

Dehesa repleta de flores de "Pan y Quesito"

Algunos se habían comido la merienda nada más llegar y a otros nos tenían que llamar para sentarnos a comerla. Así que sacábamos el huevo duro, a mí me lo daba mi madre ya pelado y después la naranja. Me limpiaba en la hierba y otra vez a correr.

Cuando la maestra decía "nos vamos", era nos vamos. Todos los chiquillos y chiquillas nos poníamos en actitud de estar preparados y con paso ahora tranquilo volvíamos hasta el colegio. Allí, nos despedíamos hasta mañana.

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